Las emociones son estados funcionales de tu organismo que incluyen cambios fisiológicos, psicológicos, corporales, respiratorios y faciales. Una emoción nos abre a ciertas posibilidades y acciones en el mundo, y al mismo tiempo nos aleja de otras. Si estoy triste, es más probable que llore, y menos probable que ría. O, si estoy alegre, es más probable que te haga un favor a que si tengo rabia. Así, cada emoción se asocia con un aspecto clave de nuestra supervivencia. Por ejemplo, la rabia podría habernos servido para defendernos de un depredador o atacar a una presa, mientras que la alegría podría ser una forma de crear vínculos sociales.
La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones. ¿Para qué sirve? Principalmente, para sacar más partido de nuestra propia información emocional y de la de los demás porque la emoción es la expresión física de nuestra mente y nunca miente.
La inteligencia emocional ayuda a superar actitudes, creencias y hábitos negativos que nos condicionan y nos limitan impidiendo sacar todo nuestro potencial.